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César Palacios, una vida de artista en el mundo de los toros

escrito por Álvaro Solano 23/08/2021
Galería: Bartolomé Bernal

Hace unos días tuve el privilegio de poder entrevistar a D. César Palacios, sin duda uno de los grandes nombres propios de la tauromaquia e innegablemente el mejor con los pinceles del mundo del toro. La cita tuvo lugar en su casa, en una tranquila calle cercana a Las Ventas, más acostumbrada al bullicio y ambiente de la feria, que al silencio del caluroso mes de agosto. Allí nos dirigimos mi fotógrafo y gran amigo Bartolomé, su mujer y yo, íntimos amigos del artista y su mujer.

Tras tocar el telefonillo accedimos al interior de un castizo portal junto al cual nos esperaba Lola, la mujer de César. Nos recibió con una gran sonrisa. La mascarilla impedía ver su cara al completo, pero los ojos de Lola, sonreían por sí solos. Una mirada de las que hablan por sí mismas, de las que transmiten más que las palabras. Sus brillantes ojos verdes, mantienen la chispa de una vívida juventud, la llama del cariño en cada gesto, la confianza de una mirada feliz. Dos preciosas esmeraldas resaltan el rostro alegre y afectuoso de Lola

Desde el primer momento, nos hizo sentir como en casa. Nos guió por un breve pasillo cargado de cuadros del pintor: Trenes, desnudos, carboncillos, toreros, toros… un museo en apenas unos metros de recorrido. Al final del pasillo, en el salón, nos aguardaba César, sentado sobre un sillón, con la cabeza de un imponente astado sobre la suya. El simple apretón protocolario de saludo, me hizo darme cuenta que esas manos tenían algo especial, algo único que me llenó de intriga y misterio. Fueron muchos los minutos a lo largo de nuestra estancia los que pasé escudriñando las manos del artista. No fui capaz de descubrirlo; el arte y los artistas tienen esas cosas de genios, que sólo ellos entienden.

Lo que en mi cabeza estaba planteado como una entrevista, se transformó en cuestión de minutos, en una reunión de amigos. Bartolomé compartía anécdotas y animaba a César a contar las suyas. Reíamos y las miradas cómplices volaban a lo largo de la estancia. Un estado de absoluta confianza entre los cinco, en apenas veinte minutos de reloj. Lola nos animó a probar sus croquetas, que bien podrían servirse en algún restaurante de estrellas michelín, una auténtica delicia.  

La conversación se prolongó por más tres horas y abordó tantos temas, que no alcanzo a recordarlos todos. Sin embargo, hubo varias cosas que se me quedaron grabadas en la memoria, imprimiendo carácter y que difícilmente desaparecerán . La primera de ellas, es el respeto que César rezuma por cada poro de su piel hacia aquellos que se enfundan el chispeante: “El que se viste de luces tiene un mérito tremendo. La tauromaquia es el hombre que, con una gran pasión, se juega la vida. Unas veces sale bien y otras mal, pero ese hombre vestido de luces está haciendo lo que quiere”. Ya no sólo fueron las palabras, sino la manera de hablar de ellos, de hacer referencia a un profesional taurino… ponía los pelos de punta. Un respeto y una admiración, de un hombre que ha vivido gran parte de su vida junto a ellos, conociendo sus vivencias e incluso en algunos casos, sus miedos en los patios de cuadrillas y apartados.

El segundo dato que me fascinó, fue la progresión de César, desde alumno en el Círculo de Bellas Artes pintando desnudos, hasta consagrarse como el mejor pintor taurino hasta la fecha. Su humildad, sin duda, ha jugado un papel fundamental en ello, no tengo duda. Guardado y expuesto en casa, mantiene el primer carboncillo que pintó y con el que su vida cambió: “Para mí, ese dibujo fue algo emocionante porque lo desconocía. Era un carboncillo que tengo aquí colgado en casa, porque lo guardo con una emoción tremenda”. A partir de aquí comenzó a trabajar en la plaza de toros de Madrid, a la que siempre acudía con su cuaderno de apuntes: “Ahí fue donde despertó en mí, un sentimiento de amor absoluto por la tauromaquia. Descubrí la grandeza de dibujar el toro y al torero. La importancia de un hombre jugándose la vida. Descubrí cosas que no había visto en ningún otro sitio”.

Un artista en la plenitud de la palabra, plasmando no sólo lo que veía en el acto, sino imprimiendo sus propios sentimientos sobre los lienzos y papeles: “En los toros dibujaba lo que sentía, en el momento. No en una foto, no de cualquier manera, lo que veía en la plaza al natural”. Los toreros, artistas también en el sentido absoluto de la palabra, han mantenido una relación muy cercana con César, en muchos casos de intensa amistad que no se ha perdido con el paso de los años: “Llegamos a convivir en buena armonía. Fue un roce basado en el respeto. Pero como dicho, el roce hace el cariño y han sido muchos callejones, tardes, patios de cuadrillas, muchos triunfos y otros tantos fracasos”.

Hacia finales de nuestra apasionante cita decidí hacer una pregunta que me llevaba martilleando la cabeza desde días anteriores. ¿Sí tuviera que elegir un solo cuadro entre todos los que ha pintado? ¿Cuál sería? Me abrumó la rapidez y la certeza de la respuesta: “Me quedaría con uno que hice desde la terraza del primer piso de mi calle, viéndose la plaza de toros al fondo y, arriba, en la bandera, vi y sentí un natural. Sabía que había una corrida de toros y que algo importante pasaba allí”. Una obra que pintó en su juventud, quizás más de treinta o cuarenta años atrás y sin embargo su recuerdo y sentimiento no desaparecen con el paso abrumador de las décadas.

La última respuesta que me impresionó de César, fue de nuevo, por la rotundidad de sus palabras, cuando le preguntamos que sí volviese a nacer, sería torero: “Te aseguro que nunca sería torero”. Rápidamente el artista se apresuró a explicar sus palabras: “Sí la paleta o el pincel, se me hubiesen venido de cara y me hubieran puesto los pitones arriba… habría que ver sí pudiese haber hecho esos cuadros”.

Cantaba el reloj la hora tercia y decidimos poner punto y aparte a nuestra visita. César y Lola tenían que comer y descansar, no queríamos abusar de su generosa y sincera hospitalidad. Digo punto y aparte, porque queda forjada una fuerte amistad para toda la vida. Sí alguna vez coinciden con ellos en alguna charla o coloquio, escuchen. Hablen poco y escuchen hablar al artista, porque no te dejará indiferente.

Pd: Muchas gracias César y Lola, volveremos a vernos pronto. Un beso muy fuerte para los dos.

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