La tarde de Juan Ortega ayer en Valdemorillo, puso a todos de acuerdo. El torero puso todo de su parte, entregándose en dos faenas de ensueño, destacando la del segundo de su lote, dónde el sevillano se vació por dentro; provocando los olés más roncos de los tendidos.
La puerta grande de Juan Ortega pesa por sí misma. No por la categoría de la plaza, si no por lo que se vió en el albero de La Candelaria. El sevillano demostró que tiene magia en sus muñecas y que su ausencia en San Isidro, privará a la primera plaza del mundo de ver una de las tauromaquias más exquisitas y delicadas que existen a día de hoy en el escalafón.
Lo que mostró Ortega en Valdemorillo, delante de una inmensa mayoría de público venteño, fue el cóctel perfecto para desatar una oleada de críticas a la empresa. Los corrillos tras el festejo ponían el grito en el cielo y las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo al torero y de críticas a la empresa.
Muchos «oráculos» o gurús de la tauromaquia señalaban el fin de Juan Ortega tras salir de la relación profesional que le vinculaba con Simón Casas. Sin embargo, el sevillano ha demostrado en su primer cartucho del año que es un torero de alta alcurnia y muy necesario para la feria. Las predicciones pesimistas han visto que Juan no depende de influencias y que los despachos tendrán que entregarle lo que se gane en el ruedo.
