Impresionante la reflexión de José Luis Pereda, ganadero de Perera y La Dehesilla, sobre la situación de la tauromaquia. Aunque está escrito un 24 de marzo del pasado año, la situación tristemente sigue siendo la misma… Una larga reflexión que nos llevará poco más de cinco minutos leer, pero que merece totalmente la pena. Un lugar tranquilo, unos minutos de silencio y una lectura clara, concisa y muy minuciosa de muchos de los cambios que necesita la fiesta de los toros:
«Nos preocupa sobremanera el ganado bravo. Como muy bien ha definido nuestro padre, vienen meses en la ganaderÃa de bravo en los que los gastos van a ser iguales o mayores y los ingresos simplemente tienden a cero. Con muchos espectáculos, algunos para los que ya tenÃamos toros comprometidos, que no se van a celebrar y por delante una temporada que mucho nos tememos que hasta más allá del mes de junio o julio no volverá a la normalidad. Nosotros criamos toros bravos que solo se pueden lidiar con más de cuatro y menos de seis años en una plaza, producto perecedero y, aunque tenemos este año una camada relativamente corta: tres o cuatro corridas completas,  nuestra ilusión y nuestra necesidad es lidiar para confirmar la positiva evolución mostrada por nuestra ganaderÃa las últimas temporadas tras los cambios y pruebas que vamos realizando con sementales y madres.
Más allá de nuestra situación particular y por las vivencias que nuestros mayores nos han marcado en la vida, sabemos que cualquier crisis debe ser tomada como una oportunidad y un compromiso de todos para cambiar cosas. La tauromaquia debe cambiar y esta es quizás una de las últimas ocasiones que tengamos para hacerlo.
No afectan las crisis de la misma manera a todos los sectores. A saber, el fútbol, en la cúspide de sus ingresos y repercusión social, se verá afectado por esta situación pero tiene muchas más posibilidades de retomar caminos de rentabilidad y normalidad tras este obligado receso. Sin embargo la tauromaquia ya venÃa tocada del ala desde mucho antes de este complicado 2020 y se debe plantear ahora indefectiblemente una auténtica refundación, donde el ganadero debe ser tenido muy en cuenta y escuchado para hacer viable y sostenible a medio plazo la  fiesta brava.
Es crucial incentivar y recuperar festejos menores en pueblos y llevar a la gente joven a las plazas y a sentir la fiesta brava como propia. Es el momento de hacerlo con generosidad por todas las partes, especialmente las cuadrillas que en su desproporcionado desequilibrio condicionan mucho la viabilidad de estos espectáculos. La única forma de avanzar en ese camino es que las figuras del toreo se responsabilicen y recompongan la actual e injusta situación.
Es también crucial la función de la administración, no viendo al toro y su gente como presunto delincuente por norma y ayudando y apoyando al segundo espectáculo de masas de este paÃs. La primera ayuda debe venir en una nueva regulación de las aportaciones a la Seguridad Social, en liberar de gastos innecesarios en los espectáculos y en las dehesas de bravo y en ver que en la tauromaquia hay interlocutores válidos y responsables.
Esta tesitura debe servir para que el sector retorne al equilibrio de fuerzas donde torero y toro deben gozar del protagonismo decisorio en todos los aspectos del ciclo productivo y artÃstico de la nueva tauromaquia como lo fue en la antigua. Una nueva tauromaquia donde todas las partes debemos ser generosas y exigentes, demostrando visión de futuro sin perder la noción de quiénes somos y de dónde venimos y desfaciendo históricos entuertos y anomalÃas anacrónicas que anquilosan la tauromaquia.
Crucial es el momento también para redefinir y replantear los necesarios derechos de imagen tan nefastamente negociados para las ganaderÃas de toros de lidia. Insistimos los dos protagonistas principales, toro y torero, deben ser sobre quien recaigan las máximas responsabilidades y también beneficios.
Debemos los ganaderos de bravo analizar nuestro sistema productivo con espÃritu crÃtico, poner en común inquietudes, dificultades y proyectos que desde la unidad y la libertad del mercado nos permitan la viabilidad y sostenibilidad de una actividad que es ecológicamente necesaria, económicamente sostenible y románticamente disfrutable.
Aprovechemos el momento. Quizás dentro de unos años no tengamos la oportunidad de luchar para legar a nuestros hijos el patrimonio cultural, agropecuario y económico que recibimos de nuestros padres».Â