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Las Ventas en silencio y con tristeza en el comienzo de San Isidro

escrito por Álvaro Solano 12/05/2020

Por Noelia Crespo

«Son las siete de la tarde y ni un alma escucho en mis tendidos. Un silencio triste y profundo invade todos y cada uno de mis rincones perdidos y de mis minúsculos recodos. No siento aficionados pisarme ilusionados y nerviosos. No veo jóvenes aficionados acompañados de sus mayores para acudir con esperanza a su localidad. El tendido 7 está más callado que nunca. El toro apenas está presente en sus corrales vacíos y tranquilos. El patio de cuadrillas está más oscuro que nunca sin esas hermosas luces de los vestidos de torear de los matadores y respectivas cuadrillas. El reloj marca la hora crucial, y aún con un poco de retraso, no siento a nadie pasear por el callejón, pisar mi arena ni tocar la banda. Triste y sola me siento, me falta parte de mí, hace meses que nadie me visita y el tiempo se está volviendo eterno.»Â Habla bella y majestuosa Plaza de toros de Las Ventas de Madrid en un día donde de nuevo tenía que haberse engalanado con el comienzo de un nuevo ciclo de la feria más importante y exigente del circuito taurino, la Feria de San Isidro.

Hoy 12 de mayo de 2020 no veremos durante varias horas antes del festejo ese gentío recorriendo los puestos ambulantes mientras pasean por los alrededores de la catedral del toreo soñando delante de la puerta grande con un precioso desenlace para esa tarde. Tampoco veremos autobuses parados en medio del asfalto ni a los miles de aficionados, españoles, franceses, asiáticos o de cualquier parte del planeta, dándose cita y llenando los bares colindantes al coso de la calle Alcalá comentando las expectativas y esperanzas de lo que la terna y la ganadería puedan ofrecer esa tarde. Solos, sin compañía y fríos se encontrarán los maestros Antonio Bienvenida, El Yiyo y Luis Miguel Dominguín esperando con ansia el bullicio de aficionados y público ansiosos e inquietos por cruzar las puertas que les permitan acceder a su tendido.

Eternos se harán los meses de mayo y junio sin poder disfrutar de las tardes gloriosas en el coso venteño. Sin tardes toristas ni toreristas. Sin el clamor a figuras como Ureña, Talavante, Urdiales, Aguado, De Justo o Roca Rey. Sin la esperanza de los jóvenes y veteranos como Román, Del Pilar, Chaves, Ortega o Rafaelillo y un largo etcétera de novilleros. Sin la ovación ni el runrún al ver aparecer un imponente Adolfo, Victorino, Escolar, Ibán, Santiago Domecq o Montalvo. Sin las palmas de tango o las protestas de un sector reconocido que tan solo intenta mantener el criterio y el rigor muchas veces perdido y desvirtuado por un público con ansias de triunfo en la llamada «primera plaza del mundo». Hoy debería comenzar una feria de San Isidro ilusionante, y uso el condicional porque todos sabemos, aunque nos duela en el corazón, que Las Ventas no podrá dar inicio a ese largo serial de treinta y cuatro festejos ininterrumpidos de los más importantes del año.

Ante este futuro incierto, no solo taurinamente hablando, que estamos viviendo solo nos queda ser responsables y coherentes con las restricciones y medidas que nos imponen desde arriba para terminar, entre todos, con esta pandemia en la que estamos sumergidos. Mucho dolor soportado en estos casi dos meses de confinamiento, así que ahora que parece que empezamos a ver luz al final del túnel, no seamos inconscientes de tirarlo todo por tierra. ¡Ánimo para todas las familias! Y para los taurinos pensad y esperad con paciencia. Las Ventas y el resto de plazas nos seguirán esperando, porque recuerden: «nuestra vuelta será muy grande», o eso esperemos.

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