Por: Kike Avonce
Una de las corridas más completas para el aficionado turista fue la corrida del dÃa de ayer, cartel de tres toreros que en ningún momento se dejaron y pelearon las palmas, por el ámbito ganadero los seis buriles de la dehesa de Pozo Hondo mostraron bravura, calidad y clase.
Emilio de Justo confirmaba su alternativa en el coso de los insurgentes, hizo una primera faena muy torera por su estructura, su seguridad, y los excelentes momentos que le regaló a la gente, toreó muy bien por ambos pitones, más todavÃa por el izquierdo, en una obra de buen acabado ante un toro noble con el que hubo acoplamiento y compás. A la hora de perfilarse para entrar a matar, hecho que derivó en un lamentable pinchazo que le arrebató la oreja que ya tenÃa en la espuerta.
Con su segundo toro el extremeño se vio un tanto crispado y quizá aupado por ver cómo el triunfo se le escapaba de las manos, en una tarde donde sus compañeros de cartel ya se le habÃan ido por delante. Sin embargo, su toreo gustó, y también su personalidad, pues es un torero cuyo estilo comulga bien con lo que agrada a un sector de esta plaza que hoy vivió la belleza del trapÃo, la emoción de la bravura, y la magia del toreo. Cuando sale el toro encastado. El que genera admiración y respeto, el que pone a todo mundo en su lugar.
José Mauricio brindo a todo público, inició con elegantes pases rodilla en tierra. Le echó mucha voluntad a un toro que se tornó un tanto complicado que en ocasiones se frenaba dejando él los pies muy fijos. Espectacular volapié para que el toro rodara sin puntilla. Cortó una merecida oreja con petición de otra. Ante el cuarto, Mauricio pegó un ceñido quite por gaoneras. Con la muleta se puso en terrenos comprometidos a un toro que se quedaba corto. Pinchazo hondo suficiente.
Diego San Román fue un torbellino de arrebatado valor, dueño de una intensidad que asunta, porque se pone en ese sitio donde están las Puertas Grandes, y hoy, con un poco de suerte en el sexto, terminó por conquistar la primera en esta plaza, que gozó y sufrió con su toreo de cercanÃas, firmeza de plantas y un olé que a la gente le salÃa de las entrañas.
Mayor mérito tuvo su trasteo al tercero, un toro bajo de agujas y corto de manos que no regalaba una embestida. Si a ello sumamos el viento tan molesto que le hacÃa flamear la muleta, no se veÃa por dónde el queretano le iba a sacar provecho. Pero Diego sabe muy bien lo que anhela y hacia dónde se dirige, sabe que la corrida del domingo siguiente se va a volver a encontar a Valadez y a Fonseca con los que tiene asuntos pendientes.