Por Kike Avonce
Mientras Alejandro Talavante volvÃa a sonreÃr en la Plaza México después de mucho tiempo, Héctor Gutiérrez derramaba su sangre en un ruedo al que venÃa a reivindicarse, consciente de que un triunfo en este escenario era, en este preciso momento, un tanque de oxÃgeno para su carrera, que apenas hace tres meses quedó a la deriva tras el rompimiento con la empresa Corona + Corona, que tanto habÃa apostado por su futuro.
Y como los toreros son los mejores –o peores, según sea el caso– inversores de sus acciones en la «Bolsa Taurina», al final se la jugó en aras de un ideal, en el que pudo mostrar su carácter y la calidad de su toreo.
Ya desde los lances de recibo al torear a la verónica, pasando por el estoico quite por verónicas, Héctor mostró a que venÃa hoy a La México. Y cuando estaba toreando con mucha entrega al tercer toro de la corrida, vino el navajazo certero, dramático, que le partió el muslo derecho. A pesar de sus esfuerzos por zafarse de las asistencias, tuvo que tragarse la hiel de una cornada que le dolerá más en el alma que en la pierna, sabedor de que hoy tenÃa que pasar algo más que eso. No pudo convencer a las asistencias de que lo dejaran matar al toro, y se lo llevaron, y consigo sus ilusiones, pero nunca su encastada reciedumbre de torero.
Pero en esos pocos pasajes en los que estuvo delante del toro de Villa Carmela, sà que pudo manifestar su valÃa, su pundonor, y un toreo de muchos quilates que habrá tiempo de que brillen de la mejor manera posible.
Con el estupor que siempre causa una cornada de estas, Alejandro tuvo que dar muerte al toro que hirió a Héctor, y no se dejó influenciar de esa imagen tan dramática, sino que volvió a estar a la altura de las circunstancias, y muy por encima del segundo de su lote, con el que se inventó una faena interesante, en distintos terrenos, y que de haber terminado de mejor manera con la espada, hubiese cortado la segunda oreja de la tarde para salir a hombros.
Porque la primera se le arrancó al toro que abrió plaza a base de cabeza clara y corazón, ante un toro que no fue fácil, porque no se entregaba en la embestida y habÃa que hacerle todo por nota. Y asà se lo hizo el extremeño, con la naturalidad y experiencia de la madurez de una gran figura del toreo, en medio de la expectación y el gusto del público por verlo torear de menos a más, hasta llevar la faena a una cuota importante de emoción y cortarle la oreja al toro después de una tocada deletreada.
El Payo vino mentalizado a hacer las cosas bien, con sobriedad y torerÃa, pero, lamentablemente, le tocaron tres toros con escasas posibilidades de lucimiento por su falta de casta. El queretano sólo pudo bosquejar detalles sueltos de buen toreo, que el público reconoció y valoró, pero sin llegar a romper por esa falta de chispa de los ejemplares que lidió. Una pena.
La gente esperaba más de esta corrida de Villa Carmela, y del resultado final del festejo por lo original y bien equilibrado del cartel. Pero hoy, los toros quedaron a deber, de una divisa acreditada que en los últimos años habÃa estado embistiendo de categorÃa. Por eso están difÃcil esto de criar el toro bravo y, más que nada, conseguir la definición genético de una ganaderÃa.