Uno de los temas que más ha llamado la atención a los aficionados tras el paso de Julián López El Juli por la Asociación El Toro de Madrid, es el manejo de los aceros. Un asunto que se abordó en los primeros instantes del coloquio y que mostró a un torero cercano al aficionado.
El madrileño ha reconocido que este año ha atravesado un fuerte bache en el manejo de la tizona y ha dejado una curiosa anécdota antes de su primera comparencia en San Isidro:
«Llego a Sevilla, abro la Puerta del Príncipe, pero no estaba pasando por un buen momento con la espada. Tenía dos novilladas para vender y cojo, entre Sevilla y Madrid, y las dos novilladas las toreo enteras en mi casa para entrar a matar. Creo que encontré el sitio y empecé a matarlos bien. Entonces, cuando cuajo al primero de La Quinta y monto la espada, la monto con una seguridad en la que tenía el convencimiento de que lo iba a matar. Ese primer toro de La Quinta lo mato bien, no digo que sea Rafael Ortega, pero lo mato limpio. Cuando monto la espada en el segundo pienso, voy a hacer exactamente lo mimso que en el primero y sin embargo, lo pincho… Me quería morir, no entendía lo que había pasado. A partir de aquí, empiezo una racha imposible con la espada«.
Un pinchazo que se llevó un triunfo que Julián comenzaba a acariciar con la palma de la mano. Consciente de las dificultades con el acero, el madrileño se encerró en el campo para preparar su segundo asalto a la capital mundial del toreo: «Entre la primera comparecencia en Madrid y la segunda, volví a comprar animales para entrenar y eso fue un escándalo lo que tenía montado. Perdí el sitio completamente».
Las palabras sinceras de Julián, demuestran que además de la categoría que tiene como torero, la tiene en demasía como persona. Ambas anécdotas que el torero compartió con los aficionados muestran a una figura cercana que habla sin tapujos contando también las partes de la historia en las que no hay triunfo.
