Isaac Fonseca llegó a Madrid con el desparpajo y las ganas toreras de cuajar una gran tarde en la que ha sido su despedida del coso madrileño como novillero. Tarde rotunda de poder, personalidad y entrega de un jovencito muy a tener en cuenta en el devenir de la temporada y, sobre todo, tras tomar la alternativa… porque una personalidad asÃ, no pasa desapercibida.Â
El mexicano cuajó una tarde de aplomo y mando. Salió a revienta calderas en el segundo novillo de su lote y se metió al público en el bolsillo con una faena vibrante, casi eléctrica. Intercaló muletazos de todos los tipos y formas, desprendiendo personalidad. Una personalidad arrolladora, con hambre de toro, pasándose ceñido al animal y pisando terrenos, de esos que los más sabios califican de peligrosos.Â
Fonseca estuvo torero, vino a Madrid con todas las de la ley sin pensárselo, sacando la pierna y exponiendo el alma. Su faena caló en los tendidos que vibraron con su muleta y con un conjunto que, a pesar de los defectos de la juventud, gustó muy mucho en la siempre exigente plaza de Madrid. Poder, fuerza, arrojo, personalidad, aplomo, madurez, entrega, sacrificio y una eterna sonrisa son algunas de las claves de este cóctel explosivo que define la tauromaquia de Isaac Fonseca.
La espada fue la cruz de una actuación soberbia. Dos pinchazos antes de una estocada monumental en todo lo alto, de las que hay que enseñar en las escuelas. La petición fue fuerte, pero la manera en la que los tendidos aclamaron al joven torero durante una larguÃsima vuelta al ruedo, ponen de manifiesto la labor del torero. Madrid se entregó en la misma medida que lo hizo el torero y eso, es grandeza.Â
Los premios y las orejas siempre son de buen agrado y sin ellos no hay figura que sobreviva pero, en una tarde sin tocar pelo, Isaac Fonseca logró poner de acuerdo a las casi 15.000 personas que acudieron a la novillada en Madrid. Hay torero para rato.Â