Ayer a las 9:36 recibà un audio de WhatsApp de un gran amigo mÃo. Su contenido me heló la sangre, el cuerpo se me quedó entumecido con lo que me contaba. Las manos más virtuosas que conocÃa habÃan quedado inmóviles y uno de los corazones más grandes y nobles que he tratado, habÃa dejado de latir. D. César Palacios habÃa fallecido esa noche.
Durante los minutos que tardé en reaccionar y asimilar la noticia, se venÃan a mi cabeza imágenes y emociones de la última entrevista con D. César. CorrÃa el caluroso mes de agosto de este año, cuando el pintor y su mujer Lola, nos invitaron a su casa para una entrevista con el artista. En apenas unos minutos me di cuenta que más que un intercambio de preguntas y respuestas, se trataba de una reunión de amigos que se extendió por más de tres horas. Tres horas que guardo con especial cariño en mi corazón. Esos minutos, me regalaron dos grandes amistades que me abrieron las puertas de su casa y de sus vidas. Doy gracias a Dios por ello.Â
Me siento afortunado por haber podido tratar a una persona de la talla de César. Su calidad humana agranda su leyenda como «monstruo» de los pinceles. Sus manos, quizás, no vuelvan a dibujar, pero su recuerdo en cada cuadro, en cada carboncillo, en cada trazo, guardarán la esencia del artista para siempre. El abrumador peso de los años no tumbará el recuerdo de una persona tan querida y admirada como D. César. Un artista y un señor de la cabeza a los pies.Â
Ahora se codea con las grandes figuras de la tauromaquia en el Olimpo taurino. Sus manos de genio estarán retratando a Lagartijo, se encontrarán pintando un natural de Manolete o trazando un lienzo atemporal de Paquiro. Su marcha nos deja un vacÃo imposible de llenar; sólo su eternidad y su leyenda dan consuelo en estos momentos oscuros en los que un ángel de prominentes patillas nos cuida desde el cielo.Â
A tà César querÃa dirigirte unas palabras antes de cerrar este artÃculo. Gracias una vez más por aquella tarde, por tu generosidad y tú tiempo. Allá donde estés, en el cielo de los toreros, no dejes de pintar lo que sientes; como aquel natural sobre la bandera de Las Ventas en una tarde de toros. No dejes de cuidar de aquello que fue tú vida; la tauromaquia y de todos aquellos que la componen. Pero sobre todo, no dejes de cuidar de Lola, la mujer de tú vida, la que te amó siempre y para siempre. Ahora, seguro, estará con lágrimas en los ojos admirando aquel cuadro que con tanto cariño guarda expuesto en el pasillo de casa. Ese lienzo que es un tesoro para ella y que con tanta vividez muestra siempre que alguien visita vuestro hogar. Gracias César por tanto, nos volveremos a ver, de eso no tengo dudas. Hasta entonces, guardaré en mi corazón aquel último abrazo que nos dimos. Adiós amigo.Â
A tà Lola, tampoco puedo cerrar este humilde homenaje sin escribirte. Sé fuerte en estos momentos de angustia y prueba. A lo largo de todos estos años junto a César has demostrado la mujer qué eres. No desesperes, porque él te estará cuidando desde arriba, viendo como sigues siendo esa mujer dicharachera, alegre y viva de la que enamoró hace ya tantos y tantos años. Sigue siendo esa mujer que me abrió las puertas de su casa y me hizo sentir como en la mÃa, no pierdas esa sonrisa tan bonita que adorna tu dulce rostro. Aquà quedan y quedamos muchos amigos en los que refugiarte y encarar esta nueva etapa de tú vida que te espera, sin poder abrazar a César, pero en la que le tendrás más cerca que nunca, porque de tú corazón nunca saldrá. Ahora su recuerdo te dará la fuerza y el valor de seguir adelante en estas semanas negras, pero acuérdate que siempre termina saliendo el sol, aunque parezca que la oscuridad va a vencer. Un beso muy fuerte Lola.Â