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El terrible dato que todos hemos pasado por alto en la polémica de Gijón

escrito por Álvaro Solano 19/08/2021

El sector está reaccionando a las palabras de la alcaldesa de Gijón, con fuerza, con fiereza y como se esperaba. Sin embargo, esa manera en la que se esperaba la respuesta de la tauromaquia, era previsible y enmarcada en las redes sociales, el eco tendrá una repercusión temporal. Aunque más vale pájaro en mano, que cientos volando… Habría que pensar una estrategia más fuerte, de calado social. 


El problema más grave en toda esta polémica y que estamos todos pasando por el alto, no es el nombre de dos animales y la cabezonaría sectaria de una alcaldesa socialista. Son las declaraciones que adornaron el discurso censor: «La idea era terminar la concesión de la plaza de toros de El Bibio y posteriormente ponerle fin, tal y como contemplan las resoluciones de los congresos del PSOE. Aunque la decisión se ha adelantado». 


Esto quiere decir, que la respuesta del sector debe ser absolutamente contundente, que no debe dar pie a que suceda en otras alcaldías y gobiernos del PSOE. Las resoluciones de los congresos socialistas quieren poner fin a la tauromaquia, quieren cegar y coartar las libertades de los ciudadanos, empezando por manipular, pisotear y destruir la historia y las tradiciones del pueblo; para crear una nueva sociedad a su «imagen y semejanza». La tauromaquia es parte de esa herencia genética de un pueblo que se remonta a centenares de años atrás, su supresión comprendería una alteración del ADN social.


La tauromaquia debe mantener su independencia política en estos tiempos en el que los partidos se arriman al sol que más calienta, con tal de arrancar un puñado de votos. En este caso, debe dar respuesta al ataque del PSOE, pero debe actuar de igual modo frente a cualquier color o signo político.


La respuesta del sector tiene que ser eficaz y contundente, debe hacer reconocer socialmente los valores de la tauromaquia y su peso en la sociedad, no sólo como espectáculo de masas y factor económico, sí no como parte de ese ADN, que conforma la sociedad actual en la que vivimos. 

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