A las 20:00 se comenzó a respirar el ambiente de las grandes citas en los aledaños de la plaza de toros de Fuengirola. VolvÃa la emoción, volvÃa Fortes. Veintidós meses de sequÃa, alejado de los ruedos por una lesión que siempre parecÃa complicarse más y más. Seis pasos por quirófano y una larga recuperación para plantarse lleno de emoción en el patio de cuadrillas, de azul marino y oro, el color de los grandes sueños.
Pareció que el paso de los meses no habÃa hecho mella en el torero, que mecÃa el capote con suavidad y con el poder de quién ha vencido. Poco antes, los aplausos de la ovación eclipsaron el silencio de la noche. A las 22 horas rompÃa el paseÃllo y con él, la agonÃa de la desesperación, del abandono y la oscuridad del que espera y espera.
Sin embargo, como dice Victorino MartÃn: «Sà cae el toro, cae la fiesta» y, en este caso, el toro cayó. Un encierro bien presentado pero escaso de todo lo demás. Poco juego para Fortes que merecÃa mucho más, que anhelaba beber de la fuente del triunfo y tuvo que beber de la fuente de la mansedumbre. Habrá que esperar para ver de nuevo al diestro malagueño en otra plaza, pero por el momento no acusó el paso del tiempo. Se le vio maduro, seguro de sà mismo; al igual que el vino, el paso del tiempo le ha dejado el poso de la reintrospección, un sabor con personalidad, con sello propio. Volvió Fortes, volvió la emoción.