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Un año más, Perera se hace grande en Huelva

escrito por Álvaro Solano 03/08/2020

MIGUEL ÁNGEL PERERA reedita de manera incontestable su reinado en Huelva. El extremeño ha hecho de la Merced su plaza y hay tardes como la de hoy que no terminan de romper, pero que se echa a la espalda y la eleva a las cotas más altas fruto de esa motivación y del momento de plenitud total en que vive. Su faena al cuarto de la tarde, Asustado de nombre, el mejor Cuvillo del estreno de Colombinas, fue excelsa y rotunda. Redonda e impecable. Desde la manera tan lenta en que meció el toreo con el capote, ya fuera en el recibo, ya en el quite posterior, al que imprimió de una variedad deslumbrante también. Como lo fue su inicio de rodilas en los medios, primero, con pases cambiados por la espalda y luego, enroscándoselo a la cintura en derechazos de notable hondura. El temple fue la tecla mágica que elevó tanda a tanda el nivel de la faena, ya en redondo, ya al natural. Todo fluía, tenía ritmo. Encajaba. Aunque la cima llegó cuando, ya en el tramo final, se echó de nuevo rodillas a tierra para encajarse más aún toreando con el mentón hundido en el pecho, la cintura enterrada, la figura relajada, sin apostura alguna, y llevándose atrás de la espalda cada muletazo. Aún estaba de hinojos Perera y ya la Merced puesta en pie, rendida de nuevo al dominio de su rey. Miguel Ángel I de Huelva. Recogió una sincera ovación en el primero, donde estuvo también muy por encima de su oponente, que tuvo nobleza, pero el fondo justo. Lo acarició también Miguel Ángel, sobre todo, en una serie con la derecha, ligada y exacta que la plaza cantó con eco.
CAYETANO quiso más que pudo frente a un lote que no le ofreció demasiadas opciones. Quiso hacerle las cosas como si fueran mejores, pero no halló demasiada recompensa. Eso si, cariñoso, el público onubense lo ovacionó con fuerza, e incluso, le pidió la oreja, especialmente, en el primero de su par. Tampoco tuvo ocasión PABLO AGUADO de reeditar su gran tarde del año pasado. Le tocó medirse a un lote a contraestilo, que afeó los finales de los muletazos descomponiendo el buen trazo que el sevillano intentó siempre imprimir. Lo mejor fue un revolera sorprendente con la que resolvió una situación apurada en su primero. Lo tropezó y cayó Pablo al suelo, pero se rehizo lo justo para quedarse de rodillas y, sin soltar el capote de una mano, sacarse de la chistera esa revolera que le puso gracia al susto. La Merced se lo agradeció puesta en pie. Como también los dos tercios de banderillas protagonizados por Javier Ambel, Curro Javier y Vicente Herrera, subalternos de la cuadrilla de Miguel Ángel Perera, extraordinarios los tres.
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