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Gonzalo Rincón, la figura que engendró a la leyenda

escrito por Álvaro Solano 04/07/2019

Hace unos pocos días había quedado a comer con mi buen amigo Bartolomé Bernal, fotógrafo y colaborador de esta casa, cuando me dio la sorpresa de hacerme compartir mesa con su gran amigo Gonzalo Rincón, padre del matador de toros césar Rincón. Entre los muchos temas sobre los que conversamos, hubo uno sobre el que quisimos hacer hincapié y al que accedió gustoso; ¿Cuál es el papel del padre de un torero? Me sorprendió conocer el papel activo que desempeñó Gonzalo durante toda la carrera profesional de su hijo, pero, sobre todo, quedé impresionado al escuchar hablar emocionado a Gonzalo sobre los inicios de César en el toro y todos los esfuerzos que tuvo que realizar por él. Una vida sin ningún tipo de lujo y con todo tipo de necesidades hacen que el padre del torero valore la vida de otra manera: “He trabajado mucho desde niño y eso te da la grandeza de ver el mundo de otra forma”.

Gonzalo nace en el seno de una familia humilde de Colombia. A los ocho años es necesario que comience a trabajar para poder aportar dinero a la familia, por lo que a penas pudo estudiar. Sin embargo, el desarrollo de su vida le ha proporcionado una educación, unos conocimientos y una planta que nada tiene que envidiar a personas con estudios. Primero comenzó trabajando en albañilería con su padre; profesión que desempeñó durante años antes de dar el salto a la Hacienda pública y un año después, pasa a trabajar dentro del Partido Conservatismo Popular, liderado entonces por Fernando Sanclemente Molina. Es aquí dónde se forja como orador, aprende a desenvolverse en toda clase de situaciones y dónde su arrojo lo llevó a ser el presentador del político en un mitin en que faltó el orador principal: “Quién con lobos anda, a aullar aprende” comenta entre risas Gonzalo, al que siempre acompañaba su cámara de fotos y que tantos momentos importantes ha captado dentro y fuera del mundo de la tauromaquia, aunque destaca dentro, ya que dedicó muchos años de su vida a la fotografía taurina.

La afición por el toro le vino desde niño, tras ver la película: “Fiesta Brava” dirigida por Richard Thorpe. A partir de aquel día fue tomando parte en la fiesta de los toros, construyendo con su propio padre una pequeña plaza de toros en la que poder empezar a torear. Los trastos los hacía con harapos que compraba o encontraba. Autodidacta desde sus inicios, se convirtió en un romántico, gustando la pureza y la técnica por encima de otros muchos aspectos. A día de hoy, muchos son los novilleros que se maravillan al verle pegar unos pases a una becerrita, las buenas formas y la técnica, hacen de cada tanda una delicia. Cuando César empezó a torear y a querer dedicarse al toro, Gonzalo pidió permiso en el trabajo para poder salir antes y enseñar a su hijo a torear, permiso que por supuesto, le fue concedido. Además de acabar de trabajar e ir a entrenar con César, Gonzalo se levantaba a las 4:00 de la mañana para repartir periódicos y con ese dinero de más, poder comprar los primeros trastos de su hijo. Añadía: “Sí no ganaba dinero mi familia no comía”. Además, en el año 82 sufrió un durísimo revés, con César haciendo temporada en España, un incendio en su casa acabó con la vida de su mujer y de una de sus hijas, Sofía.

A los once años de edad, comienza a apoderarlo “El Bogotano” quien les invita a ambos a ver un tentadero en el que actuaban Paco Camino y Manzanares padre. Alberto Ruiz le invita a dar unos pases a una becerrita, dejando encandilados a todos los que allí se encontraban. Tanto es así, que el maestro Camino hizo guardarse a todos los novilleros para que César Rincón tentase la becerra. Al acabar, Paco Camino se acercó a Gonzalo y le dijo: “Ese niño va a ser figura del toreo”. Recordaba Gonzalo, emocionado, pero con una gran sonrisa cuando su mujer, María Teresa, le decía a su hijo: “Sí no haces caso a tu padre, no llegarás a ser figura del toreo” y así fue, cuánta razón tuvieron ambos.

A los catorce años Pedro Domingo decidió traerlo a España para que debutara con caballos y no fueron pocos los que quisieron apoderar a ese niño prodigio que le debía prácticamente todo a su padre. Se asentó en la ciudad de Córdoba, donde dio sus primeros pasos. Después se mudó a Madrid, en donde vivió en un pequeño apartamento rodeado de prostitutas y desde dónde acudía a entrenar todos los días a la Casa de Campo. En el año 82, el fatídico accidente en su casa, hizo que volviese a Bogotá donde ese mismo año recibió la alternativa de manos de Antoñete y con José María Manzanares como testigo. A partir de aquí ya conocemos todos la historia de César Rincón, una figura de época que aun ostenta el récord de puertas grandes en una misma temporada en Las Ventas; un total de cuatro. Comentaba Gonzalo que en una ocasión escuchó Pepe Dominguín decir: “Lo de César es como hablar con Dios y que te conteste”. El momento más duro como padre del torero lo vivió en Palmira dónde por los chorros de una femoral rota se escapaba la vida de su hijo mientras el sostenía con una mano el suero. “No tenía voz… los ojos de César estaban vidriosos, la piel amarilla… El médico del hospital estaba atendiendo un parto, lo dejó todo para atender a César” añadía que el galeno le comentó “Un minuto más y lo perdemos”. En una de las transfusiones que fueron necesarias, se le infectó con la Hepatitis C, motivo que más adelante hizo retirarse al espada.

Esta es la figura de Gonzalo Rincón, un hombre entregado a su familia y a su hijo César, por el que hizo todo lo que podía y más, por el que se desvivió en su deseo de ser figura del toreo. La historia de Gonzalo Rincón está tan ligada a la de su hijo César, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda.

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