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Miguel Ángel Perera, arquitecto de la tauromaquia en Madrid

escrito por Álvaro Solano 30/09/2017

Desigual encierro de El Puerto de San Lorenzo, escasos de fuerzas y con buen fondo de nobleza en líneas generales. Miguel Ángel Perera bordó el toreo construyendo dos grandes faenas en las que puso todo su empeño y oficio. Juan del Álamo dejó destellos de su tauromaquia y Alberto López Simón, con el peor lote de la tarde, confirmó su notable mejoría en este final de temporada.

Manseó de salida el primero de la tarde, que tardó tiempo en encelarse en el capote de Miguel Ángel Perera, lo que provocó las primeras palmas de tango en los tendidos. Quitó por chicuelinas Juan del Álamo en su turno y salió a la réplica Perera, con un variado quite y una eterna media que despertó al respetable. El tercio de banderillas terminó de encender la plaza con un Curro Javier que dejó dos extraordinarios pares y un sobresaliente Javier Ambel a la brega. En el tercio de muerte el animal sorprendió con el desarrollo de un gran fondo de nobleza que aprovechó Miguel Ángel Perera para mandar, templar y ligar. Como un arquitecto, cogió un solar sin edificar y creó una faena de altura y contenido, como un rascacielos. Gran faena del pacense que templó sobre ambos pitones, parando el tiempo, llevando a los aficionados que llenaban la monumental de Las Ventas a otra dimensión, tremendo. Remató cada tanda con profundísimos pases de pechos, levantando los tendidos de sus asientos. La diestra desató la locura en los tendidos que corearon los olés al compás de la muleta de Perera, como en una sinfonía, torero y toro, toro y torero, rubricado por el coro de voces venteñas. Faena de cante hondo que caló en los aficionados por la verdad y la grandeza en cada muletazo. La plaza un auténtico clamor, entregada a la muleta de Perera. Estocada, y dos golpes de descabello que enfriaron la posibilidad de un segundo apéndice. Gran faena que emocionó a Madrid y al propio torero.

Escaso de fuerzas resultó el segundo de la tarde, muy protestado de salida por los aficionados. Desarrolló complicaciones en la muleta de Juan del Álamo que puso empeño y disposición. Se esforzó el salmantino que probó al animal por ambos pitones, tratando de templar y encelar al animal en su muleta, pero le fue imposible. Dos pinchazos y estocada siendo silenciado.

El tercero siguió en la línea de sus hermanos, escaso de fuerzas. Fue devuelto a los corrales por su excesiva flojera. Magnífico como siempre «Florito» en el manejo de los cabestros que recibió una calurosa ovación del público venteño. Salió en su lugar el primer sobrero reseñado con el hierro de Santiago Domecq y que tuvo mayor transmisión. Alberto López Simón  instrumentó un trasteo largo ante un animal que no puso nada de su parte. Una a una sacó las embestidas al animal que cuando se supo podido por el torero terminó por rajarse. Silencio.

Se inventó la faena al cuarto de la tarde un Miguel Ángel Perera que supo tapar los defectos del animal y cuajar otra gran faena. Apostó por el animal cuando nadie creía en él y  brindó al público venteño en lo que fue toda una declaración de intenciones. Basó su faena en el temple y el poder, sacando raza y vergüenza torera. Enceló al animal en su muleta, bajándole la mano y toreando profundo, con empaque. Citó desde lejos, acortando el viaje del animal en cada muletazo, logrando tandas de gran calado en los tendidos. Muy seria la actuación del pacense que supo administrar la lidia correcta a un animal que a priori no daba opciones y que desarrolló un gran fondo de nobleza. De nuevo la plaza se volvió a entregar a la verdad y a la profundidad de su pases. Los olés acompañaron mejor que cualquier pasodoble la muleta del pacense Pinchazo y gran estocada con la que cortó su segunda oreja de la tarde, la que le abría las puertas de la gloria de la catedral del toreo, la que le hacía triunfar en aquella plaza con la que sueñan cada noche los que se enfundan el chispeante.

Se esforzó Juan del Álamo frente al mansito quinto de la tarde. Instrumentó un trasteo largo el salmantino que dejó muestras de su tauromaquia, toreando con rigor y haciendo las cosas bien. Una pena que el animal no acompañase. Palmas.

El sexto de la tarde resultó muy suelto, sin apenas probar el capote de Alberto López Simón. En la muleta del madrileño mantuvo esta tendencia, pero el de Barajas supo acortarle el viaje, ceñírselo a la cintura y cuajar poco a poco una interesante faena, que tuvo sus mejores pasajes sobre el pitón derecho. Creó una faena de menos a más, cuajando al animal en las últimas tandas. Firme y con presencia un López Simón que emborronó su actuación con el manejo de los aceros.

 

Imagen: Luis Sánchez Olmedo

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