Román, el torero de la eterna sonrisa, el que es capaz de imprimir la alegrÃa de su persona a su muleta. Qué manera de estar en el ruedo, sin trampa ni cartón, a carta cabal, a tumba abierta, jugándose la vida ante una prenda de Montalvo.Â
De embestida incierta, busca pies, revuelto, sin regalar un muletazo… El de Montalvo pidió al carné al valenciano que solventó con creces su actuación. No se amedrentó cuando una de las embestidas del animal le abrió la chaquetilla en un momento de pánico.
Refrendó su rotunda actuación con un espadazo que hizo inundar los tendidos de blanco al doblar el animal. Tarde de entrega absoluta, de no poner un pero a Román. Ahora, a esperar la de Adolfo.Â