El toro es y será siempre el eje principal de los encierros de San FermÃn. Las fiestas de la capital navarra convierten a Pamplona en el epicentro mundial, con el toro como protagonista. Sin embargo, la excesiva preparación de los animales, sumado a otros factores, está reduciendo la emoción de los encierros.
Prácticamente las seis carreras por las calles de Pamplona han sido un calco. Pequeños matices han diferenciado a unas y a otras, pero el cronómetro apenas ha variado y la distribución de las reses sobre el trazado tampoco. Sólo restan dos carreras que puedan cambiar el sino de unos sanfermines más que previsibles.
La excesiva preparación de las reses, más dispuestas a correr los encierros que al festejo de la tarde, es uno de los factores clave en esta pérdida de emoción. Son toros preparados para correr, acostumbrados totalmente a apoyarse en los cabestros y seguir el ritmo de los hermanos, lo que agrupa a lo hermanos y reduce la emoción considerablemente.
El antideslizante, ingenioso invento aunque usado en exceso, también es una palo en las ruedas de la emoción. Su uso, más que justificado en ciertas zonas para reducir riesgos y sobrecostes, se ha extendido a todo el recorrido, lo que reduce aún más las opciones de que la manada se abra y se creen huecos que puedan aprovechar los mozos.
La masificación y la pérdida de educación de algunos mozos, también es otra de las nuevas taras de los encierros. A mayor número, mayor complicación… y a menor educación, aumentan los empujones, agarrones y faltas que convierten coger la cara del toro en una auténtica hazaña.
Sin embargo, de todo lo expuesto, la creación del toro atleta es la más peligrosa de todas, por sà cae el toro, cae la emoción. El toro de los encierros de San FermÃn siempre ha sido lo que es, la fiesta mundial del toro. Cuidémosla para recuperar la emoción que el encierro debe tener.