Desde la salida del hotel, hasta abandonar en volandas La Malagueta, Juan Ortega trasladó a los presentes a una tauromaquia antigua, añeja. El sevillano tiene en su tauromaquia el pellizco que atrapa el alma, el gusto que siembra legado y la naturalidad de la pureza sublimada.
Conociendo a Juan Ortega y su tauromaquia, se hace complicado hablar de una tarde de reivindicación, porque sus entendederas no son esas. El arte fluye cuando el artista está en plenitud y no entiende de reivindicaciones, porque el que tiene, retiene.
Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Y es que Juan Ortega tiene las cualidades para poner bocabajo una plaza con dos muletazos. Sà a estos dos muletazos les sumas dos más, y otros dos… y los van conjugando en tandas completas, surge un conjunto que rompe los tendidos y la tarde de ayer fue eso, un conjunto que fue puro arte, arrebato torero antiguo, de otra época, con el sabor añejo de la sevillanÃa pura.Â
Juan Ortega ha sido muy cuestionado a lo largo de las últimas temporadas, hasta el punto de quedar fuera de san Isidro este curso, pero el arte que tiene es incuestionable. Málaga fue testigo de la llamada de un torero escogido desde tiempos inmemoriales, que tiene un concepto tan propio, que un muletazo suyo es inconfundible.Â
El sello del sevillano es la marca del arte antiguo. Madrid no verá este año, por el momento, a Juan Ortega, pero su tauromaquia comienza a esclarecer que dejarle fuera del abono fue un error. La primera plaza del mundo pierda la oportunidad de ver sobre su albero una tauromaquia única en estos tiempos modernos que nos rodean.Â