Cada 29 de marzo la memoria de muchos aficionados se llenan de recuerdos de una tarde que podrÃa haber cambiado el curso del sistema que rige la tauromaquia. Una fecha que pudo ser y que no fue… y que sin embargo para siempre será un ejemplo de verdad.
El 29 de marzo de 2015 Iván Fandiño se encerraba en la plaza de toros de Las Ventas en un festejo de máxima expectación y que colgó el cartel de «no hay billetes», tan difÃcil de conseguir en el primer tramo de la temporada. Era una cita para la historia, los aficionados lo sabÃan y respondieron en la taquilla. Sin papel la expectación era máxima, era el cartel del cambio, de la consagración, de la vuelta de tuerca, de vencer al sistema.
Una fecha que trascendÃa la carrera del propio matador. Una cita para luchar contra la injusticia de aquellos matadores que luchan por vivir en la independencia de los despachos, por destruir mitos y poner cordura en tantos y tantos despropósitos que imperan en la fiesta de los toros. Sin embargo, no pudo ser. El héroe salió derrotado de Las Ventas, pero no vencido, ni mucho menos. Los aplausos de sus detractores y las feroces crÃticas de muchos periodistas interesados, dieron cuenta de la relevancia del evento.
A pesar de la derrota, el héroe de la gesta de seis toros de ganaderÃas escogidas a propósito, salió de Madrid con la cabeza bien alta. No era para menos. El primer cartucho no dio en el blanco, pero hizo el ruido necesario para despertar a muchas voces que habÃan apagado su conciencia ante el bochorno del sistema.
Fandiño siguió siendo un icono para la fiesta de los toros. Su carrera se iba engrandeciendo al ritmo que la afición querÃa ver torear al León de Orduña. La historia le debÃa otro capÃtulo, otra lucha más por derribar los muros de las envidias y mentiras… pero los caprichos del destino se hicieron presentes años más tarde. Su muerte no hizo más que engrandecer su legado. Su leyenda, la de Iván Fandiño, es a dÃa de hoy uno de los capÃtulos más bellos de la historia de la fiesta.
El capÃtulo que puso su fatÃdico punto y final en Francia, está narrado como una antigua epopeya griega en la que el héroe defiende su verdad a capa y espada y en la que, a pesar de la muerte, su legado queda impreso a fuego en el corazón del pueblo. Ocho años después de aquella gesta, se sigue hablando de lo que pudo ser y no fue, pero que para siempre será.