La retirada de Alberto López Simón ha causado una avalancha de muestras de cariño, de respeto y de apoyo al matador de toros después de tomar tan difÃcil decisión. Sin embargo, muchos de estos casos contrastan, pues quiénes le han dado palos hasta en el carnet de identidad, ahora se deshacen en cursilerÃas.
La trayectoria profesional de López Simón ha pasado tan desapercibida como curioso ha sido su exilio en el olvido. De abrir cinco puertas grandes en Madrid, mandar en el escalafón y apuntar a los más alto, ha caÃdo al lodo del sistema, quedando olvidado, exiliado en el ostracismo y expulsado.
Un hombre que pudo tener todo y que quedó en nada. El sistema lo utilizó, lo exprimió y, cuando dejó de servirle, lo expulsaron. No es momento de señalar públicamente a nadie, puesto que el propio torero no ha querido hacerlo en su carta de despedida, pero sà estamos en el tiempo de reflexionar sobre el porqué de una retirada prematura con 32 años.
El sistema, más allá de los problemas que hayan podido surgir en su carrera, ha maltratado a un torero que estaba llamado a cotas altas en el toreo. Unas cotas que alcanzó y demostró, pero que no tuvieron rúbrica y el intercambio de cromos y favores acabó por pulverizar.
El sistema actual, tal y como está planteado, está haciendo un flaco favor a la fiesta. Es deber de todos, profesionales y aficionados, tratar de encontrar una solución que ayude a regenerar el sector y establecer las bases de un sistema nuevo que de mayor emoción y sensibilidad a la fiesta brava.