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Normal que no venga nadie…

escrito por Álvaro Solano 02/09/2022

ALEJANDRO SÁNCHEZ

El titular viene a decir lo que, bajo el silencio sepulcral que acostumbra a ser la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, se escuchó la tercera tarde de la feria. Era la novillada con picadores, y bajo una fina lluvia aguantaban estoicamente un cuarto escaso de plaza, apenas 3.000 aficionados a ojos muy generosos. Bilbao se encuentra en un punto muy crítico y desde el sector empresarial no se han pronunciado. Al igual que la idiosincrasia de la plaza, el silencio impera. Con un novillo de José Cruz por los suelos retumbó el grito, y eso que no llevábamos nada de feria, haciendo un presagio de lo que quedaba por venir.

Había ganas de ver Bilbao y recuperar un puerto de montaña importantísimo para el mundo taurino a finales de agosto. La repercusión ha sido totalmente contraria a lo que esperábamos, ya que los antitaurinos y partidos políticos han aprovechado la ocasión para remover el mojón y aprovechar las paupérrimas entradas para hacer sangre. La corrida de rejones tradicional que abrió la feria registró un tercio de entrada, similar a la de Dolores Aguirre, y un poco más baja que la novillada con picadores. La de Garcigrande llegó a media plaza al llegar los primeros espadas conocidos para el gran público, y con Domingo Hernández se llegó a dos tercios. Roca Rey llegó para devolver el esplendor perdido al llegar a tres cuartos largos con la de Victoriano. Épica y heróica fue su actuación, con varios percances incluidos. Se resintió el viernes que no pudo estar, pero se llegó a casi a la misma entrada que el día anterior. La debacle llegó el sábado, con la tristísima entrada (imagen aprovechada por los antitaurinos para la “promoción” de esta fiesta) en un cartel sin atractivo alguno y el domingo la Miurada reunió a los incondicionales aficionados (parecida a la del domingo con Dolores Aguirre tras 20 años de ausencia) para el sello torista.

¿Realmente interesan los toros en Bilbao? La respuesta es obvia, y es sí. Si no, no se explica que con la llegada de un torero se duplique la entrada de un día para otro. Recordemos que en junio, fuera de feria en la reinauguración, se llenó media plaza, lo cual es buena entrada juntar a 7.000 personas. La plaza se ha quedado demasiado grande, y esperemos que la empresa tome las medidas. ¿Precios más competitivos? ¿Carteles más atractivos? ¿Cerrar la galería para dar sensación de tendidos más llenos? Está claro que los tiempos cambian y que Bilbao ya no es lo que fue tiempo atrás, cuando el toro era santo y seña de la feria. El triunfalismo ha llegado y solo las figuras son las que meten público (importante distinguirlo de aficionados) a las seis de la tarde de un mes de agosto durante nueve días seguidos cuando la ciudad no descansa en una continua fiesta.

Días antes se leía a la empresa decir que “esta feria está hecha para dar beneficios e ir de menos a más”. Independientemente del resultado artístico, y como comentábamos antes, la empresa tiene muchísimo trabajo por delante para recuperar ese esplendor que buscaban y es que el matiz para recuperar los aficionados pasa por, según mi criterio, en bajar el precio de las entradas, recuperar el esplendor de lo que tiempos atrás fue el toro de Bilbao y la mezcla de figuras con toreros emergentes. Quizás de esa manera se recupere esta feria más que importante y que no se debe perder, porque la sensación actual es la de que si Bilbao se queda sin toros nadie va a luchar y poner empeño en recuperarlo. Mientras tanto esperaremos a la Aste Nagusi 2023 para seguir con valoraciones.

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