Zaragoza vivió anteayer la crónica de una muerte anunciada. Una bochornosa en la que parece difÃcil señalar a un único culpable, pero en el que por supuesto, se entiende que existe una amplia cadena de errores. Quizás, y sólo quizás, se puede eximir de cierta culpa a los responsables por la situación complicada que atraviesa el campo bravo.
Sea de la manera que sea, no se puede dejar un festejo al borde de la suspensión. Tampoco parece que tenga mucho sentido que hasta 25 animales tengan que pasar por los corrales de un coso de primera categorÃa para poder sacar una tarde adelante. La crónica de una muerte anunciada ya que, entre envÃos y las prisas, se podÃa presagiar lo que sucederÃa en el ruedo.
El juego de los animales no fue el esperado y, aunque en trapÃo cumplieron mÃnimamente con los preceptos de este coso, la tarde no pudo despegar. PodrÃa ser esta la oportunidad en la que se de una vuelta a la situación de la fiesta brava en Zaragoza. Un coso que históricamente ha tenido siempre una relevancia mayúscula y que, en las últimas temporadas, está perdiendo caché.
Es el momento de actuar, de buscar lÃneas de actuación conjunta; de no dejar caer un coso de la relevancia y la importancia de la plaza de La Misericordia. No podemos permitir perder ni una sola plaza, pero mucho menos una de primera categorÃa. Hay trabajo por delante.