El cuarto toro de la tarde en Madrid, el segundo de Sebastián Castella, fue un animal digno de estudio. No por sus cualidades, que fueron mÃnimas, sà no por su comportamiento en las manos de Sebastián Castella. El francés logró transformar un auténtico manso en un toro de triunfo.
Los mansos tienen su lidia, y enseñados en tiempo y forma, pueden llegar a ofrecer algún tipo de espectáculo. Qué se lo digan al diestro galo. Castella se inventó una faena de trofeos que sólo perdió por el manejo de los aceros.
Hasta siete encuentros con el caballo tuvo Devoto, de los cuales ninguno fue digno de merecer el cambio de tercio. Algo que no apareció la presidencia, ante el descontento del público. Marcó la pauta de lo que serÃa, minutos después, el quinto de la tarde de Paco Ureña.
No sé amilanó Castella. Respondió a los trallazos con trabajo, con valor y profesionalidad. Se inventó una faena que parecÃa imposible y que al final fue posible. Enseñó al animal, y a pesar de su condición, rompió en olés Madrid. ¿Contradictorio por lo que tenÃa el animal dentro? Pues ver para creer. El francés defendió su condición de triunfador de San Isidro.
Lo defendió con uñas y dientes. Se la jugó a pesar de todo. Dignificó el significado de ser triunfador. Ya no es sólo triunfar, es demostrar que se puede hacer con un toro que no es de triunfo. Chapeau por Sebastián Castella. Triunfador ya no sólo de San Isidro triunfador de la temporada, sin duda.