D. Paco Ureña. A partir de hoy habrá que referirse a él con el respeto y el honor que le han negado los despachos y los contratos. Un torero de los pies a la cabeza. Un héroe enfundado en un traje de torero. Un hombre de los pies a la cabeza. Una persona capaz de jugarse la vida cada tarde en Madrid.
Andaluz de Victoriano del RÃo y el nombre de Paco Ureña quedarán desde hoy en la memoria de los aficionados. Una res merecedora de ser castigada con las banderillas negras. Un manso de libro, que no quiso atender a nada y que embistió a arreones, poniendo en peligro a todo aquel que se pusiese en su camino.
Se jugó el tipo el murciano. Se arriesgó sin miramientos, sabiendas de que se jugaba la vida. Enseñó al mundo que los mansos tienen su lidia, ¡y qué lidia! No sé amedrentó a pesar de los navajazos que le lanzó el astado madrileño, le dio una lidia que parecÃa imposible.
D. Paco Ureña, de nuevo, torero y héroe. Se la jugó al entrar a matar. Tras cobrar un fortÃsimo golpe en el primer intento, volvió a aflorar su personalidad. Cuando muchos esperaban un bajonazo, mató recibiendo, colocando la tizona en todo lo alto. No fue suficiente, y volvió a jugársela con el verduguillo.
La vuelta al ruedo, a pesar de los fallos con el acero, reconocieron su labor. Un trabajo sincero, de entrega, de compromiso y de jugarse la vida. Paco Ureña no falló a lo que significa enfundarse el chispeante cada tarde. No dudó en entregarse a su profesión. No dudó, sin lugar a dudas, en dignificar y agrandar lo que significa ser torero.