Levantarse en este segundo dÃa de octubre ha sido diferente. Una sensación de vacÃo me ha acompañado desde el mismo momento de abrir los ojos. La vida sigue, pero no todo es igual. Es el primer dÃa sin El Juli como torero en activo y en este parón tras San Miguel y en el compás de espera para la feria de Otoño, su ausencia pesa más.
Quizás, y sólo quizás, no terminamos de ser conscientes de lo que ha sucedido este fin de semana. Se ha retirada una figura histórica en el mundo del toro. Con sus más y sus menos, sus defectos y sus virtudes, pero un torero único que ha cabalgado en lo más alto del escalafón desde los 15 años. El madrileño ha gobernado con puño de hierro durante más de un cuarto de siglo y al César, lo que es del César.
Ahora es el momento de la nostalgia, el momento de las últimas rabias de quienes han supurado inquinas sobre la tauromaquia de Julián. Todo se mezcla. Pero hay que saber reconocer, más allá de gustos y valoraciones personales, la grandeza de lo logrado por este matador de toros. La exigencia no está reñida con el reconocimiento, o asà lo veo yo.
Habrá que esperar aún unos meses para conocer de primera mano como afecta su baja al devenir de la siguiente temporada. Sin un torero que pueda ocupar el puesto del madrileño en cada feria, ojalá surja un nombre que pueda tan sólo tapar en parte el hueco del madrileño. Asà lo querrÃa el madrileño y asà serÃa lo mejor para la fiesta brava. Veremos en unos meses…
Por el momento aquà me quedo, con la nostalgia de haber paladeado y coincidido en el tiempo con un matador de la talla de Julián López El Juli. Con lo bueno y con lo malo, pero un figurón de época de manera inequÃvoca. Gracias Julián.