Los ecos de los olés a Tomás Rufo aún resuenan en Talavera de la Reina. Dicen que es difÃcil ser profeta en la tierra de uno mismo, pero el joven diestro enamoró y llevó hasta el delirio a los aficionados que lo llevaron en volandas hasta el hotel.
Cuatro orejas y un rabo fueron suficientes para que desbordase la euforia. Han pasado ya dos dÃas desde el 23 de septiembre y Talavera sigue recordando y soñando la faena.