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¿Cómo era, Juan Ortega, cómo era?

escrito por Redacción Toros 10/09/2023

Por: David Ferrer

¿Cómo era, Dios mío, cómo era? se preguntaba Juan Ramón Jiménez en un arrebato místico. ¿Cómo ha toreado Juan Ortega hoy? ¿Cómo ha sido? La casi media plaza que se apreciaba vacía se habrá lamentado de no haber acudido hoy al coso del paseo de Zorrilla. Unos porque no toreaba Morante; otros porque no se fían de los toreros de arte; y algunos porque no sabían quien era el tal Ortega, que debutaba en Valladolid. Así que a los ausentes que les den, que se les atragante la siesta o la borrachera de las casetas, porque la otra media plaza que sí se cubrió ha visto dos de las faenas del año. De las que van a perdurar en el recuerdo, de las que se hablará siempre. De esas en las que los ausentes mienten: yo vi a Juan Ortega.

¿Cómo es Juan Ortega? Es ese torero al que algunos llevamos siguiendo, no sin desgaste ni fatiga desde hace unos años: en mi caso desde una tarde tórrida y solitaria en un agosto de Las Ventas. Pero es que ¿cómo es, Dios mío, Juan Ortega?  Miren: hoy se presentaba en Valladolid, que es ciudad cervantina, como lo es también Sevilla, y se ha comparecido con un exquisito terno verde y plata. A Juan Ortega se le espera, siempre se le espera pero esta temporada está ya siendo distinta, en tanto que a veces surge el misterio: ya ocurrió en aquella mágica tarde del invierno de Valdemorillo; también, aunque sin premios, en la tarde del rabo de Morante y en los últimos festejos en los que se ha anunciado en este final de temporada. No sé si la ausencia de Morante de la Puebla ha creado hoy en él una aureola mística pero los que lo hemos visto, damos cuenta del milagro.  Y los demás que lo imaginen

Su primer toro, con poca fuerza como la mayoría del festejo, no le dejó estar a gusto totalmente con los recibos capoteros. Pero algo vio el diestro de Triana en este animal que le permitió crear una faena de menos a más, donde los remates fueron sublimes y la faena se acompasó de forma mágica al pasodoble Nerva que interpretó la banda de Valladolid con la ayuda en los solos del maestro Soro. Sí, el mismo. El cierre de faena fue de una belleza inenarrable. Una estocada certera y las dos orejas sin protesta. ¿Pero cómo fue lo del quinto de la tarde? Dios mío, ¿cómo era? Miren, se lo cuento brevemente por si se lo han perdido: flexionó el torero la pierna derecha, citó con tal gallardía al toro, cambiando la muleta a la izquierda y acabando con un trincherazo tan lento que aún se siente en la plaza… ¿Cómo era aquello? Se pusieron de pie los tendidos. Saltaron los areneros, la torería andante del callejón, se conmovieron los picadores y yo creo que perdió los trastos hasta el mozo de espadas. Pocas veces he visto una plaza tan conmocionada por un inicio de faena. Costó meter al toro después en la muleta, pero, ojo, lo que vimos. La despaciosidad en su estado más puro. La belleza. ¿Cómo era, Dios mío, la belleza? Ha sido lo de esta tarde. Mató de nuevo bien y a nadie le amargaron las dos orejas.

Urdiales sustituía con todo merecimiento a Morante de la Puebla. Lo intentó en sus dos toros de todas las maneras: mostrando su profesionalidad, su momento técnico y sus ganas de triunfar. Pero es que no había de donde sacar. Y Pablo Aguado trazó dos faenas muy toreras, dentro de su concepto algo más vertical que el de Ortega, pero igualmente elegante. De no fallar con la espada en su primer toro, también se habría llevado algo.

¿Cómo ha sido lo de esta tarde, Juan Ortega? Le he tenido que robar a Juan Ramón Jiménez un verso para contarlo. ¿Cómo era, Dios mío, cómo era? Yo sé que lo vi y que fue tan prodigioso que me ha costado contarlo.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Valladolid, algo más de media entrada en tarde calurosa.

Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales en la presentación, en general nobles y blandos, excepto el lote de Urdiales, desrazados y sin fuerza.

Diego Urdiales, que sustituía a Morante de la Puebla, ovación y ovación.

Juan Ortega, dos orejas y dos orejas.

Pablo Aguado, ovación y ovación

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