Morante tiene en sà mismo el arte efÃmero que cala en los huesos. Una manera de entender la tauromaquia que es única, que no tiene igual en el escalafón… pero como cualquier genio, tiene que querer y dejar fluir su magia.
La lidia al primero de la tarde hizo entrever que no habrÃa espacio para el morantismo desatado, pero el arreón de El Juli en el turno de quites arrebató al cigarrero que respondió con una tanda seca a la verónica.
Apostó por el animal y desde los primeros compases del trasteo brotó esa manera única de entender al toro. Faena muy intensa en los primeros momentos, con tauromaquia añeja, con un gusto personalÃsimo que hizo romper Madrid en unos olés que quebraron el frÃo viento que azotó toda la tarde.
Con el animal ya apagado, sólo algunas chispas mantuvieron vivas las ascuas de la faena que pudo llegar a ser y por poco, no fue. Un cartucho más aguarda en el petate de Morante y Madrid lo seguirá esperando.Â