Lea Vicens ha emitido públicamente un extenso y emotivo comunicado sobre la difÃcil situación que atraviesa la tauromaquia en su paÃs, en Francia.
Remitimos Ãntegra la misiva:
«Mi nombre es Lea Vicens, soy torera. Torera, por asà decirlo. Personalmente, no me importa. Mi victoria no es feminizar mi profesión.
Torear consiste, seis meses al año, en matar toros después de haberlos lidiado en un baile improvisado del que, desde lo alto de mi caballo, soy el coreógrafo. Con nosotros, en el sur, los toros nunca son domados, se crÃan al aire libre en total libertad, en varios cientos de miles de hectáreas de espacios naturales de los que son los protectores. Viven allà durante cuatro o cinco años antes de pelear durante veinte minutos y luego morir entre aplausos. Incluso sucede que sobreviven, que son perdonados. Es raro. Como todo lo sublime.Perdónenme, pero no puedo avergonzarme de todo esto.
Como torero, tengo una doble vida. En las ciudades de Francia, España o América Latina donde voy de abril a octubre, soy amado, querido, alentado, celebrado por extraños cuyos hijos a veces me ofrecen flores o me piden que firme sus camisetas. En las redes sociales, en cambio, me arrastran por el barro, me llaman asesinaâ€, una “perra satánica cuyo lugar “está en el infiernoâ€, y que merece que le claven una espada en el cuello… Bien. seamos justos, hay que decir que en medio de insultos y amenazas, a veces encontramos argumentos, por eso me gustarÃa responder aquà a cada uno de ustedes
– Disfrutas de la muerte de un animal. ¡Es monstruoso! – Este argumento demuestra que usted nunca ha asistido a una corrida de toros y nunca ha escuchado los silbidos de la multitud cuando una matanza es demasiado lenta. Porque no es la muerte lo que los espectadores han venido a ver. Asà es la vida. Toda la vida de un toro, resumida en veinte minutos, desde que sale de la infancia hasta que llega al ruedo y hasta la muerte. Lo que la gente viene a ver es tragedia, arte en un escenario donde todo es verdad. ¿Es un crimen que te guste eso? Admitamos que estás escandalizado por el placer que nos tomamos allÃ. ¿Es esa una razón para convertirlo en un crimen? Yo mismo, hay montones de placeres que me escandalizan, ¡pero no se me ocurrirÃa pedirle al Estado que los prohÃba! Tú odias las corridas de toros y yo las amo. Cada uno tiene sus gustos. Pero te escucho (no tengo elección) mientras tú solo quieres impedirme hacer mi trabajo, vivir mi pasión.
Mi profesión, precisamente. Como decÃa mi mentor Ãngel Peralta, el toreo es el arte de – engañar sin mentirâ€. ¿Tumbado en la arena? Imposible. ¿Hacer trampa ? Inconcebible. Pero lo que hay que hacer es engañar a la bestia, atraer su mirada y tomarla con mal pie, esquivar su poder hasta el momento en que podamos imponerle un ritmo, un temploâ€, una tranquilidad en el gesto, y baila con ella, más cerca de su cuerpo… ¿Dónde está la barbarie en eso? Los toreros, a caballo o a pie, somos escultores efÃmeros que transformamos una carga áspera en suavidad, y el miedo en coraje,
¿Quién puede decir lo mismo? ¿Lo haces mejor que eso? ¿Asesinos? bárbaros? ¿Satánico?
– El partido es desigual. El torero tiene todas las posibilidades de salir de ella, mientras que el toro escondenado… TodavÃa feliz! La vida de un toro no debe ponerse al mismo nivel que la vida de un ser humano. Que me arriesgue no significa que quiera morir. Mi riesgo es real, pero está calculado. No se me permite cometer errores, pero si no lo hago, el toro no tiene ninguna posibilidad. Y es bueno asÃ. ¿Crees que irÃa a la arena si fuera 50/50? Un dÃa, en Mont-de-Marsan, después de un desliz, vi de cerca la muerte. Lo que pasa en la vida: y lo que, como en la vida, no me ha desanimado a volver a subirme a la silla.
Finalmente, ¿por qué quiere abolir estas ceremonias en las que la gente se viste como si fuera a la ópera para sentarse en bancos de piedra? ¿Por qué quiere eliminar un trabajo que emplea a tanta gente y requiere la misma pasión de todos? En todas partes, la muerte es invisible, ¿por qué desquitarse en uno de los pocos lugares que aún la muestran?
No te tengo miedo. He visto otros. Tus insultos no son nada comparados con la embestida de un toro de media tonelada. Sólo tengo miedo, como un desliz, de que un proyecto de ley liberticida destruya mi arte y prive a los futuros toreros de ejercer su talento.
Léa Vicens«.