Dicen muchos profesionales que Madrid es una plaza frÃa. Nada más lejos de la realidad, Las Ventas es un coso exigente, dónde cala hondo el toreo puro, entregado. Prueba de ello fue la tarde de ayer, dónde el coso crujió al son de la muleta de Fernando Robleño.
Ya con el primero de su lote, Fernando Robleño despertó los primeros olés de la tarde, con un toreo caro, metiendo riñones y corriendo la mano. Faena de intensidad y entrega del madrileño que, de no ser por el manejo de la tizona, podrÃa haber tocado pelo.
El segundo de su lote, un sensacional animal de José Escolar, fue el que puso la plaza patas arriba. Madrid enloqueció ante lo que Robleño hizo en el ruedo. Crujió, tembló e incluso tiritó. Los tendidos se volvieron un manicomio ante la locura del espada en la arena. Con la figura erguida, encajado, sentando cátedra con la mano derecha y rozando el misticismo con la zurda. Los trincherazos levantaban de los asientos a los aficionados como sà un resorte saltara bajo la dura piedra madrileña. Faena pura, convirtiendo la lidia del cuarto de la tarde, en una de las faenas más importantes de la temporada.
El fallo con los aceros le hizo perder los trofeos, pero la impronta y su toreo carÃsimo quedan ya en el recuerdo de los cerca de 6.000 aficionados que se acercaron a la plaza.
Madrid no es frÃa, si no, la vuelta al ruedo de Robleño se habrÃa quedado en eso mismo, en una vuelta al ruedo. Sin embargo, el respetable obligó al matador a dar una segunda vuelta al ruedo sin que se escuchase una sola protesta. La frialdad de este coso, entendida desde la exigencia, se vuelve en un calor abrasador cuando se hacen las cosas de verdad, con actitud, afición y entrega. Prueba de ello fue ayer, sensacional.