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Lo de Morante se fue de madre…

escrito por Álvaro Solano 02/06/2022

Lo de Morante ayer en Madrid se fue de madre… de padre y de cualquier tipo de límite inteligible para el entendimiento humano. La faena del torero de La Puebla fue simplemente única. Esta es la magia del genio, no hay manera de explicarla, no hay palabras para contarla, no hay ninguna forma razonable de contarle a nadie lo que se vivió ayer en Madrid. Morante fue él mismo en estado puro y eso, es canela en rama. 


Pocos vieron algún tipo de opción al cuarto de la tarde y cuando todo apuntaba a un nuevo capítulo aciago de Morante en Madrid, el de La Puebla mostró por qué es único y diferente. Entendió que tenía oponente y en una lidia en la que enseñó todo al animal, creó su obra. Torero antiguo, faena de antaño, ceñido, reunido, bailando las muñecas, transportando a los miles de personas que llenaban los tendidos al siglo pasado. Una faena de las que no se olvidan en la vida, de las que no conviene ni volver a ver en diferido porque lo que los aficionados se llevaron en el corazón, vale su peso en oro. 


Morante se mostró en estado puro. Fue él mismo, sin complejos, sin miramientos, fiel a su toreo y a su manera de entender la tauromaquia. Madrid crujió al principio de la faena, pero a medida que avanzaba, los olés se mezclaron con una atmósfera absorbente de emoción y éxtasis. Increíble, se hace difícil describir en palabras los sentimientos que corrieron por los tendidos en una faena para la historia. 


El fallo con la tizona redujo el premio y el de La Puebla no pudo abandonar en volandas el coso. Sin embargo, eso fue lo de menos. Lo vivido en los tendidos, lo que Morante hizo en el ruedo, los abrazos y las lágrimas, los besos y los olés perdurarán en el tiempo por siempre. Morante mostró en primera persona el toreo y hoy puedo decir con orgullo: «Yo estuve ahí».

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