Ginés MarÃn ha vuelto a dar un puñetazo sobre la mesa y de nuevo ha gritado al mundo que está aquà para ser torero. Ha cuajado un gran temporada que ha culminado con una soberbia actuación en Las Ventas, en un cartel de altos vuelos junto a Morante de la Puebla.Â
La rúbrica de una magnÃfica campaña fue en la plaza que todo lo da y la que todo lo quita. En el epicentro mundial del toreo. En la plaza de toros de Las Ventas. AllÃ, soltó las muñecas y creó una faena que trascendió los lÃmites del entendimiento humano. Su muleta pareció mecida por la mano de un ángel, hilvanando muletazo tras muletazo, serie tras serie. Creando un conjunto artÃstico propio de los sueños y no de los actos.
Los segundos se hicieron minutos y los minutos, horas. Aquella faena transportó a los presentes a un letargo del que sólo se pudo salir cuando Ginés tocó el cielo en su salida a hombros. La sonrisa en su rostro, fue la de todos. La de un hombre en plenitud. Ni tan siquiera, la otra vez que rindió Madrid, su rostro reflejó tal emoción. La gente le aclamaba, todo el mundo querÃa tocarle, tocar al héroe. MarÃn volvió a saborear la miel del Olimpo.
Los tendidos se rindieron a su toreo, la plaza temblaba en cada embestida. La afición coreaba al son de su muleta, con el corazón en un puño, con la garganta tomada, con los ojos inundados. Dos muletazos eternos levantaron a cientos de personas de sus asientos al unÃsono, como sà bajo la dura piedra del tendido, hubiese un resorte que les hacÃa ponerse en pie. Seis segundos de trazo. Seis segundos que parecÃan no acabar nunca ¿Se puede vivir una eternidad en seis segundos? Yo la vivÃ.Â
La tarde de Madrid, resumió un curso plagado de importantes triunfos. Un año de toreo en plenitud a lo largo del ancho y largo de España. El torero volvió a ilusionar, llevó su nombre a las tertulias, a los corrillos, a los medios, a la televisión… Volvió a la escena. Madrid confirmó un sueño; un secreto a voces. Una buena nueva, que no es nueva, pero que sà es buena. BuenÃsima.Â
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El torero ha vuelto a demostrar lo que enseñó al mundo temporadas atrás. Mismo marco. Mismo arte. Mismo artista. Mismo resultado. Ginés está de vuelta. Su corte clásico, su toreo renacentista, su figura capitolina han venido para quedarse. La próxima temporada aguarda a uno de los futuros pilares de la fiesta brava. Un hombre que está llamado a tener un nombre propio en el libro de la historia taurina. 2022 llega ya, que la espera es larga y su muleta eterna.Â