Ya hace un mes que te marchaste al cielo, a esa parte que ocupan los toreros como El Yiyo, Manzanares, Paquirri, Manolete, El Pana o VÃctor Barrio. Un trozo de cielo reservado a los grandes valientes que arriesgaron su vida por la profesión más bella del mundo. Tú, Adrián, no llegaste a vestirte de luces, a cuajar un toro en una plaza, no… No pudiste hacerlo porque te enfrentaste a uno de los toros más difÃciles que hay en la vida, la enfermedad. La toreaste, y créeme cuando digo que la toreaste, porque viviste feliz, te preocupaste por los demás, tu cara nunca reflejaba el tormento que sufrÃas, incluso, montaste un festival benéfico a favor de todos esos niños enfermos que estaban en tu situación. Eso es torear la vida. No Adrián, no, no tomaste la alternativa ni confirmaste en Las Ventas, pero sin embargo, has hecho lo que nunca nadie hubiese esperado de un niño, luchaste hasta el final, nunca te rendiste, te preocupaste por los demás niños que estaban como tú… Diste ejemplo a tanta gente con esa sonrisa continua en el rostro, con esa cara de emoción cuando saliste a hombros en Valencia, con esa entrega a los demás… Con ese ser tú mismo.