Imagen: BARTOLOMÉ BERNAL, cedidas por Burladero.Tv
Apareció discreto, sencillo, pero decidido Javier Cortés en la sala del Hospital la Milagrosa de Madrid. Con una seguridad de quien se sabe vencedor; vencedor ante la tragedia, ante la sangre y el dolor, en definitiva, ante la vida. Un apósito se podÃa vislumbrar bajo el cristal tenue de unas gafas de sol que ocultaban el rostro elegante y sonriente del espada. Tomó primero la palabra el doctor David AntolÃn: «La situación clÃnica de Javier es que de momento es un ojo que no ve, necesitarÃamos realizar una re construcción posterior para colocar una lente intraocular y ver hasta qué punto podemos recuperar visión» añadió:  «La estructura del globo está conservada, pero es un ojo sin visión».
Tomó la palabra Javier Cortés y se hizo un silencio absoluto en la sala, solo roto por el sonar de los flases y alguna tos ronca fruto de un pequeño catarro. Todas las miradas se centraron en el espada, en las facciones que sobresalÃan bajo las gafas de sol que ocultaban las cicatrices de la vida, los terrores del pasado y el brillo de la vida en los ojos, de la ambición, de las ganas de vivir y triunfar, de salir a hombros en la faena qué es la vida: «Muchas gracias por estar aquÃ, agradeceros enormemente vuestra presencia, a la prensa a mis amigos a mi apoderado, familia… (Mirando al público y sonriendo) estoy pasando más miedo que en otras muchas situaciones. De grana y oro, con el que tantos sentimientos y emociones he compartido iba yo vestido el 15 de septiembre en Madrid. Una vez más, para triunfar o morir. Tiré la moneda y salió cruz, la más probable de las probabilidades aquella tarde con aquel toro del Marqués de Albaserrada, «Golfo» del que nunca me olvidaré. Ya en la enfermerÃa pensé en lo peor, pensé que podrÃa morir, pero no que fuera a morir Javier Cortés, la persona. Pensé en lo peor, que podÃa morir Javier Cortés el torero, que eso sà que es lo peor para mÃ. Ya en el Gregorio Marañón, sin mi vestido de torear, esperando lo peor, sentà todo tipo de cariños, gestos, palabras de ánimo de familia, de mis amigos, de la gente más allegada. Yo pensaba que todo se iba a terminar allÃ, que empezarÃa una nueva vida y que seguramente mi ojo no pudiera reconstruirse. Después de varias horas y después de tantas muestras de cariño y apretones de manos, hubo uno que fue muy especial, que era la primera vez que nos dábamos la mano y a partir de ese momento sentà algo tan especial que vi que la moneda que esa misma tarde habÃa salido cruz, se volvÃa a poner de cara. Ya era media noche y la noche está creada no solo para descansar sino para cambiar el mundo y ahà empecé a cambiar mi mundo, cuando todavÃa no sabÃa ni como iba a quedar mi ojo. A la mañana siguiente, a pesar de tantos dolores fuertes por la tensión en la cabeza, por la zona afectada, solo me dejé llevar, me dejé cuidar y mimar por todas las personas que estaban a mà vera, que no se separaron de mà ni un instante, con las que estaré en deuda y agradeceré de por vida por tanto cariño. Gracias familia. Gracias a todos los miembros de mi cuadrilla. Gracias a mi apoderado. Gracias a todos mis amigos, gracias en especial a Isra. Tú mejor que nadie sabes mi sufrimiento y mis inquietudes, mis penas y mis alegrÃas que en estos dÃas te han marcado tanto como a mÃ. Te quiero amigo. Todos ellos me hicieron llegar las llamadas y mensajes de compañeros, ganaderos, aficionados, periodistas y amigos de esta familia, la taurina que desde lugares más taurinos de toda España, Portugal, Francia y por supuesto, por toda latino américa: Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, México, desearon mi pronta recuperación y las ganas de volverme a ver en los patios de cuadrilla pasando paquete. Gracias de todo corazón a cada uno de ellos. Mis agradecimientos estarÃan incompletos sà no mencionara a todos los médicos que me han atendido en todo momento: en la plaza de toros, el equipo médico del doctor D. Máximo GarcÃa Padrós, ya después a todo el equipo del Gregorio Marañón, el doctor AntolÃn y, por supuesto, a la doctora Pilar Rojas, que gracias a ellos, salvaron el ojo y lo más importante, salvaron al torero y recuperaron a la persona. Por último, quiero compartir con todos ustedes una letra de Maika Makovski que ha estado presente en mi mente en todo momento y que me ha ayudado a tener fuerzas y creer en mÃ: «Puedes disparar, puedes ignorar, no voy a perder, no voy a caer, me han crecido alas en las cicatrices». Muchas gracias y feliz lunes»
Tras una breve pausa y una ovación de gala por parte de todos los asistentes, retomó la palabra Javier Cortés, con una sonrisa tÃmida, incluso pÃcara: «TodavÃa no he cogido ningún capote, ninguna muleta, pero estoy más vivo que nunca como torero. He pegado muletazos por mi casa con una toalla, con una chaqueta. Quiero que el dÃa que lo haga sea un dÃa especial, quiero estar rodeado de mi gente, de mi cuadrilla y ese dÃa ya empezaré a tomarme el entrenamiento enserio y a empezar a ilusionarme con la siguiente temporada»