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Moreno Silva

Cuatro años desde que saltase al ruedo de Las Ventas «Cazarrata» de la ganadería de Saltillo ; herrado con el número 45, de capa cárdena y 503 kg, con dos puntas afiladas con puñales. Un toro que dio de hablar aquel año y que, a día de hoy, sigue siendo tema de conversación en los mentideros taurinos.

Marcó desde el primer momento su conducta: áspera, con frenazos y arreones, colocando siempre la cara la altura del cuello y conociendo las telas como engaños y a los toreros como presas. Una lidia de las que no te dejan «comer pipas» donde los murmullos del pánico daban lugar a silencios sepulcrales. Una tarde que muchos recordaban como el toreo de antaño y que otros tildaron de alimaña. Una tarde para la controversia, para la disparidad de opiniones tan presente en el mundo del toro. Sin embargo, una tarde y un pasaje que no dejaron indiferentes a ninguno de los que asistieron aquella tarde a la plaza de toros de Las Ventas.
Cazarrata desarrolló un sentido que podría dar la impresión de estar toreado, o sí, quien sabe. Lo que si podemos saber es el arrojo, la torería y hombría que derrocharon aquellos hombres que se jugaron la vida en el ruedo venteño. Sáchez Vara tiró de pundonor para tratar de sacar algún muletazo a un toro que colocaba los pitones a la altura de la tragedia. No le hizo mella su paso por el caballo, del que nada quiso saber y del que huía al sentir el hierro. Su paso por el tercio de banderillas fue para hacer tragar a los banderilleros que se jugaron la vida ante un animal que sabía lo que tenía delante, que no abrió la boca en toda la faena.
Ni un muletazo tragó el animal. Se podía escuchar el miedo cuando Sánchez Vara se cuadró delante del animal con la tizona. Un silencio tenso que gritaba como el aire huracanado que entra por una ventana abierta en la casa. Nadie respiraba, las manos se apretaban entre sí, los gestos se torcían y fruncían ante el embroque… Se podría decir que se escuchó al público de Las Ventas soltar el aire, todos a la vez, cuando el torero acertó con el acero. Sin embargo, aun quedaban los arreones a la cuadrilla con el acero dentro. No abrió la boca un animal que se fue sin dejar de lanzar puñaladas mientras pudo.
El gesto del torero y su cuadrilla, fue de triunfo cuando dobló el animal. Habían sufrido a uno de los pasajes más complicados que recuerdan en la plaza de toros de Las Ventas. Ese día no había cortado oreja, no había trofeos, pero había triunfado la vida. Sánchez Vara y sus hombres dejaron su impronta y su torería en una tarde que aunque pasen los años, seguirá dando de que hablar.
Vídeo cedido por Tauromaquia Sí
31/05/2020 0 comentarios
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