La feria de San Isidro ha comenzado con un sabor amargo para el aficionado. Tan solo han sido dos festejos, pero vaya dos festejos. El 11 de mayo regresaba Julián a la monumental con la misión de dar un severo golpe a la mesa, para remendar errores del pasado y demostrar de la pasta que está hecho. No fue el caso, el público estuvo dividido por la actuación del madrileño.
La Quinta enamoró el año pasado. “Santa Coloma, ruega por nosotrosâ€, era algunos de los titulares – no hace falta ni que muestre mi opinión de la encerrona del hierro de Conradi – Ãlvaro Alarcón, la nota positiva a una tarde nefasta, dio una lección de esfuerzo tras llegar renqueante de una lesión en las costillas, por ello, el jovencÃsimo torero tomó la alternativa con un cartel soñado y afianzándose con buenas tandas por naturales.
La tarde de ayer certificó lo que nadie querÃa, el triunfalismo ha vencido al criterio. El espectador ha superado al aficionado. La plaza de las Ventas vivió una de sus tardes más negativas. Toros, ganaderos, presidencia, público… fueron los alicientes de una muerte anunciada. El destello de luz lo puso la mano derecha de Emilio de Justo, ligando tandas de una verdad absoluta. No solo cuajó una faena excelsa, sino que abrió la ansiada Puerta Grande de la monumental madrileña.
Las dudas que deja las tres primeras corridas de San Isidro: ¿qué están haciendo con Las Ventas? ¿Por qué se ha perdido el toro de Madrid? ¿Quién es el responsable de todo esto?